REDACCION claudioconcepcion.com
La desaparición de la joven turista estadounidense Sudiksha Konanki en un hotel de Punta Cana ha sacudido no solo a República Dominicana, sino también a la comunidad internacional. Con más de una semana sin rastro de la estudiante de 20 años, ni siquiera los esfuerzos combinados de las autoridades dominicanas, el FBI y la Interpol han logrado arrojar luz sobre su paradero.
Este caso no solo representa un reto para los organismos de seguridad, sino que también pone en evidencia las debilidades del sistema de protección en los principales destinos turísticos del país. Si una persona puede desvanecerse dentro de un resort sin dejar pistas, la pregunta obligada es: ¿qué tan seguros están realmente los turistas?
El impacto de este hecho va más allá de la preocupación inmediata por encontrar a Konanki. Se abre una caja de Pandora que puede revelar grietas en la seguridad hotelera, en la vigilancia de las autoridades y en el manejo de crisis dentro de la industria turística, piedra angular de la economía dominicana.
A medida que pasan los días sin respuestas claras, la incertidumbre crece. Más aún cuando existe un testigo clave, identificado como Joshua Steven Riibe, del que hasta el momento no se ha podido extraer una pista o señal que conduzca al destino final de la joven. ¿Cómo es posible que, con tantos organismos de investigación involucrados, nacionales e internacionales, este testigo no haya podido aportar información determinante?
La desaparición de Sudiksha Konanki no puede quedar en el olvido ni en la impunidad. República Dominicana tiene la responsabilidad de esclarecer este caso, no solo por el deber moral con la joven y su familia, sino también por la credibilidad de su sistema de seguridad turística.
