(Tomado de la página Pachá Produccion)
SANTIAGO DE LOS CABALLEROS, República Dominicana.- La madrugada de este jueves se apagó una de las luces más firmes y brillantes de Canca la Piedra y Tamboril: Rafael Antonio Caraballo, conocido por todos como “Baby” o, con cariño reverencial, “El Doctor”.
Su partida, serena y rodeada del amor de los suyos, deja un vacío hondo en una comunidad que lo vio crecer hasta convertirse en uno de sus más sólidos pilares.
Caraballo fue un empresario de mirada larga y pasos firmes, porque donde otros veían un terreno baldío, él veía un porvenir.
Así levantó negocios que se convirtieron en referencia regional: Nevesa, su financiera, su dealer de vehículos nuevos y usados, y más recientemente el Jarabacoa River Club, un proyecto turístico que se erige como símbolo de innovación y desarrollo en la ribera de Manabao, en Pinar Quemado.
En cada iniciativa quedó sembrada su obsesión por el progreso, como quien planta un árbol para que otros disfruten la sombra.
Pero si el empresario brilló, el ser humano lo superó todas luces de grandeza social y espiritual, porque don Baby fue un altruista sin pausa, un colaborador permanente de causas sociales y deportivas.
En Canca la Piedra y Tamboril, su nombre se pronuncia con gratitud: un play, una cancha, un club y un parque llevan su nombre, testigos mudos de su entrega.
Construyó espacios donde la juventud halló rumbo con apoyo para realizar estudios universitarios, donde los niños descubrieron sueños y donde la comunidad encontró unión y soporte para mitigar sus limitaciones económicas.
En el deporte fue un propulsor incansable; en la política, un líder genuino; y en lo social, un sostén para los más vulnerables, llevando ayudas, apoyo y esperanza a quienes tocaban su puerta.
“A quien Dios le da, el pueblo lo reclama”, dice el refrán; y el pueblo lo reclamó siempre como suyo.
Su esposa inseparable, doña Tala, junto a sus hijos, familiares, amigos y una extensa red de personas que recibieron su mano generosa, lloran hoy su partida, luego de un largo suplicio provocado por los quebrantos de salud que enfrentaba.
En vida recibió múltiples reconocimientos, pero ninguno más valioso que el respeto y cariño de la gente que lo vio actuar, día tras día, desde el corazón.
Rafael Antonio Caraballo se marcha como vivió: dejándolo todo sembrado. Su legado no cabe en una línea, ni en un párrafo; se mide en obras, en gestos, en recuerdos y en un pueblo que hoy se cubre la cabeza con el silencio del luto y el agradecimiento eterno.
Su vida fue un camino de servicio; su memoria, una antorcha que seguirá alumbrando a Canca la Piedra, Tamboril y Jarabacoa.
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