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Danny Rivera pospone el tiempo y la distancia en su concierto en Santiago; expectacular!


María Luisa Estévez/Claudio Concepción

SANTIAGO DE LOS 30 CABALLEROS, República Dominicana.-La música tiene el poder de posponer las angustias, mover las sombras, disipar las penas, trascender el tiempo y la distancia. Con esa idea y a propósito de la tragedia ocurrida en San Cristóbal, comenzó el concierto de Danny Rivera “Soy como quiero ser”, y quedó demostrado contundentemente con interpretaciones llenas de armonías y emociones cautivantes.

Escenario magnético

El escenario en el fondo estuvo centralizado por imágenes mágicas y vibrantes, con colores llamativos y brillantes, que se intercambiaban continuamente, lo cual resultó muy dinámico, enigmático e hipnótico. Solo sabíamos que no podíamos apartar la vista y los oídos, los sentidos, del gran Danny Rivera, sin que no nos importara nada más que las canciones, la música, su voz. Todo reflejaba lo que ha sido el artista en su trayectoria, músico, artista, ciudadano con inquietudes sociales, caminante de fe, creativo, poeta, escritor, cantor, conductista de la cultura, de la balada y del bolero.

La senda elegida

Danny Rivera al inicio, como dicen, “bajó con trenzas”, acompañado de una agrupación que pronto demostraría dominio de los temas clásicos del cantautor, y de la música en general, dirigida por el maestro Leo Pimentel, la cual sirvió para mantener los ánimos y el ambiente bien arriba, con la inquietud y la certeza de que estaban ahí para crear, improvisar, tocar; y todo lo que se le ocurriera al anfitrión.

Los músicos fueron un gran respaldo, dirigidos;  se podía sentir la compenetración, la sintonía, capaz de seguirle en su forma y en sus iniciativas, improvisadas, como cuando el artista se le ocurrió cantar una plegaria a San Cristóbal, construyendo en directo en el escenario todas las palabras, afirmaciones, y frases, con un sentido muy poético
y sensible, sublime, esperanzador ye inspirador; igual cuando arrancaba la banda, cuando el artista previamente conversaba su motivación, vivencias, recuerdos y leyendas. Aquello fluía, dando espacio para que el público sintiera inquietudes e ideas al respecto, a favor o en contra. Pronto se le olvidaba si es que esperaba la charla o la canción. Nada se echó de menos.

Aunque muchos pudieron sentir al final la ausencia de muchos temas transversales en su carrera, se comprende la limitación de tiempo y espacio en un concierto.

Fiel a su criterio, eligió un repertorio de lo mejor de sus canciones, con el cual se ve que se sentía súper cómodo, y la magia surgió de manera inolvidable. Danny imprimió su auténtico sello, su espíritu reflexivo de siempre, el cantor, sus mensajes universales,
sus vivencias, su experiencia; sus memorias.

El público y él

En amores otoñales, prescindiendo explicaciones, con espacio para ser, de ambas partes.  En confianza para dar y recibir; para pedir y guardar; para expresar, cantar, bailar y jugar. Para dejarlo terminar, con el cuidado y la observación de si necesitara descanso, pero él, permaneció en el escenario de principio a fin, y sólo tomó dos sorbos de agua.

A veces le dejaba cantar al gran público, solo para oírlo a él solo, pero casi siempre le acompañaba: sus canciones son himnos populares, pero, además, se trata de él. Los tenía hipnotizados, aun así, la gigante y para “Soy como soy” repleta Sala de la Restauración de El Gran Teatro del Cibao, estuvo de pie para aplaudirle delirantemente, de pie, con admiración y respeto; con cariño fraterno.

Aquello era atención plena de ambas partes, el enfocado en la batería, la guitarra, el bajo, el piano, y demás; y el público y la otra parte en ellos, pero sobre todo en su elocuente discurso, en la  narrativa de su voz, sus canciones, sus expresivas manos, sus palabras; sus pies; cómo danzaban!, de esa particular manera, como solo danza él.

El cierre

La icónica leyenda aterrizando “Soy como quiero ser”, tras retraer a la multitud del estado hipnótico en el que se desdobló, desconectó, y sintonizó totalmente con la armonía del artista, la banda sonaba acordes lejanos, y fue cuando orientó al público a “Jesucristo”, el tema para despedirnos con la idea de la solidaridad espiritual con San
Cristóbal. El concierto terminó a coro con esta canción.  Danny Rivera proyectó su arte terapéutico, carismático, didáctico.

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