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Poder mental


MARIA LUISA ESTEVEZ1Por María Luisa Estévez

Esa energía que contiene la mente, que le conforma una persona equilibrada, productiva, lúcida, es lo que busca la raza humana en su naturaleza, en búsqueda de aumentar su dominio, por conquista y poder del hombre sobre el hombre, y luego, pero en primer lugar de las clases sociales dominantes, y de los imperios terrenales.

Es el motivo que subyace a través de los siglos a  la intolerancia y  la incomprensión humana, como métodos intermedios de manipulación y simpatía, en verdad no importa cuan brillante, interesante, e inteligente sea la mente que posea al hombre en cuestión.

La mente posee al hombre, o el hombre a la mente, es una pregunta que  a veces se acentúa con más motivos que otras. En todo caso es la mente la que se persigue en su estado estable de equilibrio lucrativo, y de carácter independiente. A la mente marcial, e idealista se le sujetará; no insista en volar sobre nuestros pantanos y percatarse de los charcos y sus crías. El orden debe ser como nos muestra el intelecto. Los de arriba abajo, y los de abajo, arriba.

Esas crías (pensamientos), son nuestras, para nuestra legitima determinación, si no las conocemos nosotros, ni las dominamos, como osan los demás siquiera observar; mientras las tengamos listas y amaestradas; es mas mientras existan, y nos acompañen, mientras tengan sentido para nosotros, son nuestras, porque surgieron de nuestra imaginación. Solo queremos protegerlas del mal ajeno.

Todo puede variar dependiendo del poder que poseamos sobre esos pensamientos, e ideas, o el que ellos pueden tener sobre nosotros para manipular las motivaciones internas, y luchar contra las externas. Otra inquietud es la medición entre nosotros y el mundo, a favor o en contra de nuestras crías. Un  Avatar.

La pregunta es porque la avidez tiene que ofender, molestar, o mortificar a quien no puede corresponderle, o reconocerle. El conflicto llega al reconocerse la aspiración más allá del dolor, la búsqueda más que de aprobación, de reverencia, francamente se convierte en un desafío, en una insolencia.

Entre la libertad del hombre de creer lo que proponen las pulsaciones de la célula, versus lo que tienen estas hasta entonces entendido, radica el misterio de lo insondable. El derecho terrenal de defender la experiencia, y el deber infinito de resguardar la inquietud del instinto, como facultad excedida de la cordura existente. Si se pierde la mente, se pierde todo, entonces ya nada es necesario. A ese desposeído del poder de intimidar, contrariar y desfraudar, o de triunfar, entonces, si no tiene el valor de la mente, se le puede olvidar, no vale ni un desprecio.

Se rompen amistades, relaciones, hermandad, solo por aparente interés en el control personal, y ese control que se quiere tener sobre el otro, probablemente es una extensión del poder que deseamos tener nosotros mismos con nuestras viseras, fluidos, órganos, conductos, y demás rutas, de manera resuelta.

El otro es una extensión de esa motivación e interés interno del sujeto que lo posee. Se quiere desconocer con una acción contraria al deseo de quien lo siente. Un desaire a la aspiración en fuero, es el inicio de la rebelión de las almas.

Siempre surge la duda ya se en términos personales o interpersonales, desde si había suficiente razón para ello, si desde la realidad intima del ser de cada quien existía esa razón poderosa de manera clara a nuestro entendimiento, si efectivamente a lo mejor tendría razón, o si aun en su lugar, seguiríamos pensando lo mismo al respecto de la decisión tomada.

El tiempo rendido indica algunas ves,  y para siempre que,  tales enhiestos solo fueron fruto del ímpetu, naturaleza del material de la célula. Y que esto subyace a toda organización social, protocolar, realizada por el interés del hombre provisto de poder, para  organizar la sociedad, controlando, moldeando la conducta con fines productivos. Sí, “para beneficio de todos”. Un todo, que no lo fuera sin la suma de sus partes. Pero,  cada uno cuenta. Los accidentes –perdida de control-en la cadena son “gajes del oficio”, de vivir.

La condena del silencio, históricamente se ha   aplicado con eficacia como tratamiento paliativo.  Se ha perseguido a la mente que produce algún criterio, sobre todo si produce frutos fecundos. Se suplanta y reformulan sus ideas, a las que luego se les cambia el nombre y se convierten en una nueva teoría explicada de otra manera con nuevo autor. Y si osa optar por el campo de la independencia, igual se le persigue, acosa, y domina mediante métodos legales creados.

Los celosos custodios del orden dogmático,  harán trizas al hombre pragmático. Reprimir una dudad, de una vez y para siempre es el objetivo del dogma de los ortodoxos.

La corriente fluye, si se estanca de todas maneras saldrá algo de ella, esa será la criatura,  de células provenientes de esa estructura psicofísica, se perseguirá por defecto del ser que la reclama para si. “no mataras”. E igual ella perseguirá, someterá, y se alimentará de la energía creada por el movimiento

Los misteriosos contenidos de la mente; artículos, o  pensamientos, se monitorean constantemente a través de métodos privados, particulares, y oficiales creados para asegurarse de que no se desconformen, pues ya sea que sepan mucho, poco, o nada, si están en salud, en cualquier momento pueden reactivarse, por ambiente, naturaleza, o milagro.

“El resto es silencio”.

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