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Seis Nobel de la Paz piden gobiernos de mujeres para arreglar «un mundo destrozado por los hombres»


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DE IZQUIERDA A DERECHA: La estadounidense Jody Williams, la norirlandesa Mairead Maguire, Betty Williams, la activista yemení Tawakkol Karman, la  iraní Shirin Ebadi y la liberiana Leymah Gbowee.

ROMA.- Seis galardonadas con el Nobel de la Paz abogaron hoy en la capital italiana por que sean las mujeres quienes tomen las riendas de la Sociedad Internacional y «arreglen» un mundo que, según criticaron, «ha sido destrozado por los hombres».

En su intervención en la XIV Cumbre Mundial de Premios Nobel de la Paz, las premiadas hablaron de su sueño de un mundo gobernado por mujeres, alejado de la «cultura patriarcal dominante» y con los mismos derechos para ellos y ellas.

Un deseo que, según advirtieron y de convertirse en realidad, conseguiría cambiar el panorama internacional, amenazado por armas nucleares, fanatismo religioso, pobreza, desigualdades, guerras y desempleo.

«Los hombres han destrozado el mundo durante muchas generaciones. Es el momento de que las mujeres lo arreglen», sentenció la estadounidense Jody Williams, quien defendió que este arreglo femenino se debe hacer «con acciones» y no «solo con papeles».

Williams aludía así a las leyes que propugnan la igualdad de derechos pero que, en la práctica y según subrayó, «no se cumplen».

A su alegato se sumó la norirlandesa Mairead Maguire con la idea de «crear una nueva agenda» alejada de la «cultura del pasado creada por los hombres» y que debe ser superada porque «existe un modo mejor» que las mujeres pueden sacar a relucir.

«Queremos llevar a las mujeres a la Organización de las Naciones Unidas», dijo Maguire con entusiasmo, porque «si estuvieran ahí, no habría ni un solo país que apostara por la guerra».

A medida que las galardonadas pronunciaban sus discursos, las que aún no habían tomado la palabra se contagiaban de una emoción que llevó a la estadounidense a Betty Williams a asegurar con rotundidad que las mujeres «no deberían pedir permiso a los hombres para nada».

Pidió a las mujeres acciones concretas: «trabajar cada día como lo haría un general en la guerra», un consejo que calificó de «muy simple» pero que necesita materializarse, porque «se puede rezar, bailar o cantar para conseguir la paz» pero es el papel de ellas el que, aseguró, «la logrará».

La activista yemení Tawakkol Karman también invitó a pensar en este mundo de poderosas y animó a cada una de las mujeres a «tomar la iniciativa para lograrlo», un trabajo difícil que consiste en «luchar contra los dictadores y participar en la vida social y económica».

«Necesitamos mujeres presidentas de Estados Unidos. Necesitamos mujeres presidentas de Rusia, de Irán, necesitamos mujeres gobernando Arabia Saudí y China», exclamó ante una audiencia enmudecida a la que transmitió que, en ese escenario, «no habría guerras».

En un tono más pausado, la también iraní Shirin Ebadi animó a «ir a la raíz del problema», que situó en una cultura patriarcal que «aleja a las mujeres y las aparta» y que alcanza también al género femenino, que es «víctima de este pensamiento».

Tras recordar que «los hombres dominantes también han sido criados por mujeres», apostó por la educación para «enseñar a las mujeres cómo funciona la cultura patriarcal que legitima la actual concepción del mundo».

Tras preguntarse «¿quién era Eva y por qué es mujer?» creyó que «es el momento de que las mujeres interpreten la religión» porque «vivimos en una interpretación hecha por los hombres de los libros sagrados».

El broche del debate lo puso la liberiana Leymah Gbowee, «cansada» de discutir sobre «por qué las mujeres deberían tener un papel en la vida pública», asunto para el que «no necesitamos más justificaciones».

Fue el líder espiritual tibetano Dalai Lama, Premio Nobel de 1968, el único que se atrevió a bromear sobre esta cuestión tras pedir «un esfuerzo para la promoción de las mujeres, que deben tener un rol más activo», una labor que él mismo dijo «intentar a diario».

«Yo lo intento a diario, pero no tengo esto», dijo en tono desenfadado señalando los pechos de Leymah Gbowee, sentada a su lado, y entre risas se abrió la túnica para mostrar el torso, lo que provocó las carcajadas del auditorio.

Volvió a hacer gala de su gran humor cuando, tras alertar de que no era el más adecuado para dar consejos sobre mujeres por no ser una de ellas, se cubrió la cabeza con la túnica y expresó que, de esta manera, simulando ser una de ellas, sí podía dar consejos, «aunque no sea mujer». EFE

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