Por Napoleón Beras Prats
Vivir cada día implica una serie de hechos y situaciones que nos implican un reto diario, que viene cargado a veces de sorpresas y acontecimientos, alegres unos, tristes y desgraciados otros. Los que compartíamos con el fraterno compañero de la crónica de arte, Alcy de la Rosa, el pasado domingo, en la asamblea de ACROARTE, jamás imaginamos que horas después de concluida ésta, estaríamos sumidos en la agonía y desesperación por su misteriosa desaparición.
En efecto, en las dos asambleas de nuestra querida institución, (sábado y domingo), vimos a un Alcy muy pensativo, triste, de poco hablar, (es habitual en él, ser muy comunicativo e interactivo), y con una expresión facial, de evidente frustración e infelicidad. En resumen, no era el Alcy que siempre hemos visto, y del cual siempre hemos disfrutado su presencia y compañía.
¿Qué impulsó al gran amigo de muchos años y brillante colega locutor y periodista, a ausentarse una hora antes de concluir la asamblea del pasado domingo, tomando un rumbo desconocido, que hasta al momento de escribir esta columna (martes en la tarde, se mantiene?. ¿Qué inescrutable fuerza depresiva se apoderó de su voluntad para que emprendiera un rumbo incierto, que a todos sus familiares, amigos y relacionados, nos mantiene en una profunda consternación?
Mantengamos la fe y fortalezcamos una cadena de oración para que Dios Todopoderoso intervenga y haga posible que Alcy aparezca y esté de nuevo con nosotros, deleitándonos con sus anécdotas, narraciones, y sus profundos conocimientos del arte y la música latinoamericana. Esperamos por ti, Alcy.