“A él, lo conozco pero no hará nada por mí. A ella, nunca le había visto el rostro”, dice este lustrabotas al observar sucesivamente los retratos que pusieron sobre su calle. Los comerciantes vecinos y sus clientes hablan sobre la identidad de los candidatos, discuten sobre el pasado de estos aspirantes a los puestos legislativos.
Pero todos están de acuerdo en un punto: no irán a votar el domingo, “porque eso no sirve para nada”. En un país donde la política es percibida como un espacio ganado por el clientelismo y la corrupción, la gran mayoría de ciudadanos pobres no creen en el poder de sus votos. En las últimas elecciones menos de un cuarto sufragó.