.
.

.

Héctor Acosta demuestra en concierto su popularidad como «Bohemio Cibaeño»


Por María Luisa Estévez

SANTIAGO.- Héctor Acosta llegó a la sala de La Restauración con aires silicios de bohemia musical.  Su personalidad melodiosa, su cardinal cultura se sintió con suelto y decidido desplazamiento, embeleso, con la singularidad de su carisma, y el respaldo delirante del Cibao, que le consumó a la más sobrada capacidad de ofrenda cariñosa a un artista popular.

Apareció del fondo, sencillo y auténtico sin ánimos aparentes de impresionar, que no lo necesitaba tampoco, y se acercaba a cantar con todo lo que tenía, para ir desmenuzándolo en el escenario, lo iba esparciendo con soltura y naturalidad, sin que le costara ningún esfuerzo, lo mismo que todos los ahí presentes para respaldarlos, a  “una”, el coro y la banda, y el público…

Con una boina en la cabeza, a juego con sus dos guitarristas que le acompañaban como invitados especiales, sabía el público luego de unas tres o cuatros canciones, que resultaron escasas, porque no se sabía que apenas esa gran impresión de boleros de antaño, armado y ataviado como un bohemio; y este segmento cautivante sería sustituido por otros eventos en el marco de la variedad programada. Era el mismísimo Carlos Vargas, músico de Santiago, gran maestro de la guitarra; y un homólogo suyo desde Bonao City.

Entonces el Torito interpretó canciones de la trova nueva, y vieja, entre ellas, “Para Vivir”, “Canción Del Elegido”, entre muchas, hasta que llegó a una a la que presentó diciendo que era su canción. Imaginen el interés que genera conocer la canción del protagonista. “Esta es mi canción. Yo no la escribí, ni le hice arreglos. Pero es mía”. Así que ante tal declaración solo quedaba esperar, y el intro de este tema es algo largo, y no estaba tan tangueá, y ya se vió que si es amante de lindas canciones.

Cantó “Garganta con Arena”, y se le acompañó en su gustó, que lo hizo con ganas y se sintió esperanzador en la promesa intrínseca de la riqueza en la variedad del contenido, de repente, se aplaudía con expectación, muchos se iniciaron  para siempre con  esa señora canción de la bohemia selecta.   Y se abrió la esperanza de transitar ese camino. Pero igual los que continuaron lejos de desfraudar y desmotivar, sorprendían.

Boleros, bachatas, acompañado de su banda completa, misma a la que presentó en su momento y que sonaba como siempre, y quizás mejor, parecía otra por su organizado jameo y sus notas flamencas, y de variadas fusiones folckloristas.

También se servían de sus temas éxitos que el público bien conocía, y le ayudaba a cantar al punto que le fue de mucha ayuda, igual que su coro, que es el mismo de su orquesta, de ahí que todo se desplazaba con tanta naturalidad.

De las canciones que le escribió Romeo Santos, “El Anillo”, lo cantó dos veces, en versiones variadas, todo era música en vivo, y complicidad establecida. Y cuando llegó la hora de “Amorcito enfermito”, aquello deliró. De fondo el vídeo clip oficial. Y lo que sucede con ese tema todos están al día. Se temió que anduviera cerca el final del concierto, después de tantas experiencias.

En algún momento surgió un presentado homenaje a bachateros tradicionales, robles de la bachata como Ramón Cordero, José Manuel Calderón, El Jibarito de Lares, Rafael Encarnación. También para clásicos de la balada como Germain de La Fuente, voz eterna de la agrupación musical Los Ángeles Negros.

Y llegaban más canciones de Héctor Acosta, en una relación menos superficial con el público de la que permite una fiesta merenguera, así que “Un Bohemio Cibaeño”, fue una relación cerca, casi íntima;  aquello era una danza que “El Torito” rumbeaba con todo el corazón, y el público supo apreciar como esas escasas ocasiones – que resultan ciertas- para el deleite.

Los detalles son casi infinitos, se quedaron en ese escenario, pues hubo mucho más, como el beso re estrujado que  se dio con su esposa a quien llamó cerca, y algunas dedicaciones especiales. Hubo todo tipo de personalidades asistentes. Y se celebró el 14 de febrero, por adelantado, el 11.

Se despedía. Y no quiso hablar mentira, y dejó escapar algunos merengues breves, pero, quizás a sabiendas de que el público querría desenfrenarse, regreso  al terreno, y sucedieron «Perdóname la vida»,  «Quizás sí, quizás no», “El anillo”. Ahh ya había recorrido a clásicos, entre otros de : Armando Manzanero, Contreras, Julio Jaramillo, Ledesma, Javier Solís. Y bueno, aquello parecía un carrusel, un vendaval, una ventana a lo mejor de la música latina.

Obvio tuvo que regresar una y otra vez, siempre estaba preparado  para algo mejor, y la gente se quedó sabiendo que puede y debe regresar bohemio, en algún otro momento

Reviews

  • Total Score 0%
User rating: 0.00% ( 0
votes )



Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *