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Matoncito destacado músico acordeonista del Cibao en las primeras décadas del Siglo XX


Por María Luisa Estévez

SANTIAGO DE LOS CABALLEROS, República Dominicana.- Escribimos de un hombre músico, acordeonista nombrado Matoncito, que tocaba en fiestas y parrandas por allá por las primeras décadas del Siglo XIX en los campos y pueblos del Cibao. Tíos, padres y abuelos de algunos que aún lo recuerdan, lo conocieron.

De las memorias del señor Miguel Filpo, nativo de Guayacanal, kilómetro 12, Santiago, quien es un hombre de más de siete décadas, y ha tenido inclinación y experiencia, y cultura folclórica, de familia. Con los hábitos de su comarca, y de sus ancestros, creció en la bulla, ahora veladas de su época de farfullas y batajolas. Entonces estaba de moda con su música de fondo Matoncito, y era modelo de sus hermanos músicos típicos.

Recuerda el conjunto típico integrado por familiares cercanos suyos, Lépido Filpo, acordeón, Juan María Filpo, “Quinito”, tambora; Joaquín Alcibíades Filpo, “Silvio”, acordeón, Cristóbal Filpo, guitarra; agrupación que tocaba bastantes fiestas, al igual que otras figuras y grupos que llegó a oírlos tocar en vivo en la emisora del Voz del Progreso, sin embargo no quedaron grabaciones, ni discos. “Quizás gente de antes, se recuerde de esto”, dijo. ,

Muchos, músicos y artistas de antes de mediados de Siglo pasado, cuándo no existía aún el apogeo masivo de los medios de comunicación, la radio, la televisión, y ni soñar con el internet, se esfumaron sin rastros habitando solo las memorias de quienes le conocieron, y supieron de ellos. A muchos, con el tiempo más de uno llegó a pensar si lo vio o lo soñó, pero el apogeo de Matoncito fue real cuenta mi fuente.

Por la brevedad de este relato, y como el común de la gente, probablemente no se determine quienes y de donde eran sus antepasados, sus padres y sus abuelos, se desconozca si hubo composiciones suyas, cuáles fueron, y dónde vivió y murió, así como su descendencia y el alcance de su obra y sus pasos.

Parecen haber sido los antecedentes de Nico Lora, quizás llego el de este apodo “Matoncito”. A ser contemporáneo de esta figura emblemática del merengue y del folclor típico dominicano, ambas conjeturas indican que obviamente existen rastros más antiguos en la muisca vernácula que a los que acudimos por memoria oficial.

Sin ir más lejos, los escasos datos recaudados para evocar su memoria, el tiempo nos los ha traspapelado, el universo insiste en borrar sus huellas, el tiempo, en desoja su recuerdo, pero algo aun insiste en anunciar y dejar dicho que Nico no estuvo solo en la ruta de los cimientos y evolución del merengue, y que entre otros, existió matoncito.

En las memorias de Filpo Matoncito queda como una leyenda muda, y mientras exista una mente que anide un recuerdo, se corre el riesgo de encender una chispa inspiradora que propague el mensaje deseado, y la monta es que aún se puede rastrear a Matoncito y rescatar algo de su nómada memoria; si de algo sirve, ha sido un botón.

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