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¿Qué supone ganar un Oscar? Subida de caché para unos, maldición para otros


LupitaNyong'o

 

Lupita Nyong’o, hasta hace poco una perfecta desconocida, con su Oscar.

Por Pablo Pazos

ESPAÑA.- Lupita Nyong’o era una perfecta desconocida hasta que su desgarradora interpretación en 12 años de esclavitud la situó en el mapa cinéfilo, le granjeó un Oscar y la convirtió en un icono de la moda. De golpe, sin previo aviso, las puertas de Hollywood abiertas de par en par para esta mejicana de padres keniatas, 29 años, que participaba en una película por primera vez en su vida.

El próximo director que trabaje con Nyong’o tendrá que pagarle con un cheque mucho más generoso que Steve McQueen cuando la eligió para encarnar a la esclava Patsey. Ganar una estatuilla dorada implica una inmediata subida de caché. Que se lo digan a Jennifer Lawrence, laactriz de moda durante el último año después de triunfar con solo 22 años en su segunda visita al Dolby Theatre. Hoy su salario, enrolada en la franquicia rompetaquillas Los juegos del hambre, tiene muchos más ceros que cuando daba sus primeros pasos. De 500.000 dólares ha pasado a 10 millones. Una diferencia abismal.

Matthew McConaughey también es otro actor cuyo caché subirá como la espuma tras derrotar a Leo DiCaprio y llevarse el Oscar por Dallas Buyers Club. En una entrevista reciente, el texano comentaba que el giro que había dado a su trayectoria, apostando por roles en cintas independientes (Killer Joe, Mud) le había otorgado el reconocimiento de la industria y hecho feliz, pero había esquilmado su cuenta bancaria. «¡Por primera vez en mi carrera pierdo dinero!», confesaba. Medio en broma, medio en serio, venía a decir que arriesgar está muy bien, pero lo que da de comer son las grandes producciones. El teléfono de su representante seguramente echa humo desde la madrugada del lunes.

Sandra Bullock es otro buen ejemplo del espaldarazo que supone ganar un Oscar. Después de triunfar con The blind side, tras unos años de películasmenores y papeles prescindibles, Bullock supo aprovechar el reseteo en su carrera y jugar muy bien sus cartas: con su nuevo estatus en Hollywood negoció ir a porcentaje en Gravity; 20 millones de dólares por adelantado más un buen pellizco del dinero generado en taquilla. Resultado: ganará, como poco, 70 millones de dólares, más de 50 millones de euros.

Segundas oportunidades

Hablamos de actores jóvenes, pero nunca es tarde para ganar un Oscary subirse a la ola del reconocimiento. Ahí está el ejemplo de Judi Dench: desde que ganó con 65 años (Shakespeare in love) no ha parado de trabajar y de acumular nominaciones. No ha vuelto a ganar, cierto, pero su carrera está más activa que nunca cuando se acerca ya a unos respetables 80 años. Situación parecida a la de su compatriota Helen Mirren, triunfadora a los 62 (The Queen).

También sirve de impulso para cruzar el charco en el caso de actores extranjeros. Christoph Waltz era un perfecto desconocido hasta queTarantino le convirtió en su nuevo actor fetiche. Dos trabajos (Malditos bastardos, Django desencadenado), sendos Oscar y un nombre ya habitual en producciones de primer nivel, trabajando con directores comoRoman Polanski o Terry Gilliam. Javier Bardem, Penélope Cruz y Jean Dujardin son otros nombres a añadir a la lista.

Aunque es posible, afortunadamente, no ganar el Oscar y gozar de una buena carrera. Excelente, incluso, como en los casos de DiCaprio o Amy Adams. Ambos han llamado ya en cinco ocasiones a la puerta de la Academia, sin éxito en todos sus intentos, pero los mejores directores siguen requiriendo sus servicios (Scorsese, O. Russell, respectivamente), y quizás la estatuilla que se resiste les sirve de acicate para perseguir el papel definitivo. Brad Pitt está entre los mejor pagados y solo como productor ha conseguido cobrarse su primera pieza. Un buen ejemplo a seguir lo tienen en Paul Newman, a quien esquivó el Oscar hasta los 62 años, con una magnífica carrera ya a sus espaldas.

«Pero ganar nunca hace daño», podrán rebatir DiCaprio y Adams. Y ejemplos no les faltarán. Véase Tom Hanks, Meryl Streep, Kate Winslet. Ungidos por la Academia, respetados, con salarios acordes a sus estatus y capacidad para elegir los papeles que les gustan. O, mejor aún, renunciar a los que no les seducen.

El lado oscuro del Oscar

En los casos más extremos, triunfar en la gran noche del cine se convierte en pasaporte… al batacazo y casi el olvido. ¿Cuántas llamadas recibe ahora Adrien Brody tras asombrar al mundo con su papel en El pianistaHalle Berry ingresa más que antes por su trabajo, pero su carrera ha entrado en una espiral de mediocridad. Tampoco levanta cabeza Nicolas Cage. Y qué decir de Hillary Swank, sorprendente ganadora no de uno, sino de dos Oscar, cuando hasta entonces pocos sabían deletrear su nombre.

La denominada «maldición del Oscar» nunca dejará de generar titulares en forma de sabrosas historias de carreras diluidas por el desagüe, pero estadísticamente llevarse una estatuilla es sinónimo de buenas noticias. Mejores salarios, mejores proyectos, directores de prestigio con los que trabajar. Lupita Nyong’o está a punto de descubrir lo que supone recibir el espaldarazo de la Academia. En sus manos (y las de su agente) está el aprovechar la oportunidad y esquivar el camino de sus colegas menos.

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