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Sonajero… Cienfuegos


santiagooeste
GRISBEL MEDINA2
Grisbel Medina R.
sonriete_gris@hotmail.com

Cienfuegos, al Oeste de Santiago, es una ciudad dentro de otra. Es un universo de negocios, multifamiliares, motocicletas y la ruta de carros públicos más temida por la prepotencia, malos tratos y las ganas de guerrear de la mayoría de choferes de la  “F”.

 

Cienfuegos es también un conjunto de poblaciones, la mayoría de familias muy pobres que tienen como vecino  un humeante vertedero de Rafey. El gran Cienfuegos es vivo, activo, bailador. No falta música en sus calles y mucho menos en los callejones donde hay más pistas de janqueo que espacios para educarse.

 

Hinchado sin planificación, -como casi todo Santiago- Cienfuegos aspira a ser municipio, a tener un alcalde que vele por sus múltiples necesidades y con ese propósito se conocen varias iniciativas y se publicó el libro “Cienfuegos: la ciudad del futuro” de Hipólito Martínez.

 

Caminando por sus venas, unas asfaltadas y otras en tierra desnuda, he descubierto la solidaridad de los grupos de servicio de Cienfuegos que suelen aventajar en notas y acciones a otros colectivos de urbanizaciones acomodadas. Además, desde hace tiempo, su Centro de la Juventud de la Cultura de Cienfuegos, siembra esperanza en la niñez, juventud y adolescencia a través de un programa de asistencia integral. Otro rostro propositivo e inspirador lo aportan las maestras que reciben y tratan a niños y niñas descendientes de empleados de zona franca en la estancia infantil de Cienfuegos. Y los 225 educados en las salas de tarea de Acción Callejera, que dirige Carmelo Mateo, para evitar que su niñez de pocos recursos, encuentren nido en las esquinas del trabajo infantil, el vertedero de Rafey o un burdel.

 

Una cosa lamentable en el gran Cienfuegos de rostro multifacético, es el florecimiento, cada 20 pasos de bancas de apuestas. Esas cabinas para apostar el moro varias veces al día, prometen un dinero rápido que no es tal entre los círculos de indigencia de un sector que merece mejor suerte. Y el gobierno, bien gracias. Y los legisladores, mirando para otro lado, pues varios de ellos son  “banqueteros”, orgullosos propietarios de las redes de bancas cada vez más prósperas a costilla de la ignorancia y la miseria.

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