Por María Luisa Estévez
SANTIAGO DE LOS CABALLEROS, República Dominicana.- Paula Santana Escalante, fue la joven mujer, de 23 años de edad, encontrada el pasado 21 de febrero de 2024 con signos de violencia, en una de las alcantarillas de la empresa para la cual laboraba, Integer Holdings Corp, ubicada en la Zona Franca de Las Américas, sector El Valiente, municipio de Boca Chica.
Como en cada fatídica ocasión de violencia de género contra la mujer, o de feminicidio, la sociedad siente estremecer sus principios humanos, sociales, morales. Sin embargo, el manejo en los medios de prensa formales, en términos psicológicos, emocionales, y mercadológicos, se revictimiza a la mujer, violentada, gravemente herida, maltratada, y caída, hasta disuadirse en brumosa el encapotado camino al juzgado o la cárcel.
Un año y dos meses después las publicaciones repiten imagen de Paula Santana Escalante, para decir algo sobre su potencial agresor, tan fácil como, decir. Supuestamente, Junior Nazario Sánchez, fue quien le dio muerte a Paula Santana Escalante, y una foto de este imbécil, resarcirá un poco la narración. Pero, solo hay foto de ella. Se le facilita, a él, ocultarse a la sombra del anonimato.
Generalmente, en estos casos, las imágenes conocidas son las de las víctimas, porque son las proyectadas, desde el inicio hasta el final. No existe, al parecer un protocolo para administrar tal predominio, y la influencia es que el victimario puede andar libremente, antes o después de que se le imponga la justicia, porque salvo escasos casos, si acaso su familia, conoce su cara. Así que nadie puede evitarlo, ni sancionarlo.
Los medios no se ocupan de buscar una foto e incluirla, y/o de publicarla en las notas, para que la sociedad vea al agresor, criminal y para que algunas otras mujeres se cuiden, de ese matón más adelante, razón por la cual, puede seguir su vida normal, después de cumplir, evadir, o de lograr, favores o atajos legales.
Ocurre que apenas, de manera subrepticia, y soterrada se escribe el nombre del agraviante, escasamente, de modo hasta confuso, mientras que la foto de la víctima fallecida es protagonista, y el titulo incluye su nombre, el lector relee asegurando comprensión, y hasta opta por ir a un buscador de internet a identificar el victimario, y ni ahí aparece el fantasma asesino.
La victima y su nombre, es la imagen que se publica, no está claro si con fines versátiles, pues esto solo aporta al morbo sensiblero, revictimizando la imagen de la mujer, de la occisa, de la familia, de sus cercanos y allegados. Mientras, en términos públicos, queda fuera de la ecuación el agresor, reducido al cuento de una historia, a la publicación de un nombre al que a veces ni se le vincula socialmente. Un desconocido legal.
La prensa tiene acceso a los organismos judiciales y policiales, don están las fotografías que los criminales borran de las redes y del internet. Seria beneficioso colocar sus fotos. En cada asesinato u homicidio, esa es la foto que hay que publicar, resultara más atractivo para el lector. El mercado de las noticias y de las informaciones valorará igual o mejor esta publicación, en vez de revictimizar a las muertas a manos de los criminales. Ellos son los fuertes, quienes aún están de pie, y siguen la historia.
Existen maneras de contar la historia, que eximan de represalias o demandas, hay que buscarlas. Estamos cayendo en un punto muerto, generando lectores, sin aportes reales, reflexión, ni inter actuación, con noticias que desaparecen al caer la tarde, es lo más parecido a las redes sociales. La vida de Paula Santana Escalante, quedo en las manos de su verdugo, vive en el alma y las mentes que le conocieron y amaron, en términos públicos se detuvo en la tumba a donde se le remitió a sus escasos y prometedores 23 años. Anímense medios y redactores, en el personaje del fuerte verdugo es que hay compendio. Es quien puede seguir proporcionando titulares que generen clic.
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