Alemania está en semifinales de la Copa del Mundo gracias a un gol de cabeza de uno de sus centrales. Estamos en Brasil 2014, pero no tiene nada original. Esta película ya la hemos visto antes. Los teutones se meten entre los cuatro mejores de un Mundial por cuarta vez de manera consecutiva y por duodécima ocasión en la historia; y lo hace con la acción que más réditos le ha dado durante toda la vida: el balón parado. [Así hemos narrado el partido de Francia contra Alemania]

El combate en la primera parte empezó con pinta de un K.O. rápido teutón y acabó con Alemania contra las cuerdas, bendiciendo a Neuer y pidiendo la hora. Ese intercambio de papeles dejó unos primeros cuarenta y cinco minutos entretenidos aunque el estado del césped de Maracaná, muy seco, no ayudara demasiado. La alta temperatura en Río tampoco puso de su parte: 30 grados y más del 80% de humedad.

Tras una temprana ocasión de Benzema, en el minuto dos de juego, en un lanzamiento que se marchó a la derecha de la portería alemana, los de Low cogieron el mando del balón y ofrecieron veinticinco minutos de fútbol primorosos. Dirigidos con maestría por Toni Kroos, su juego de toque recordó a la mejor España de la era Aragonés-Del Bosque. Hasta Khedira, el más limitado técnicamente, acertaba dándole el balón a los de blanco, que siempre son los suyos, en el Madrid y en Alemania, aunque en muchas ocasiones no lo parezca.

Curiosamente, el gol germano que abriría el partido iba a llegar a balón parado y no en jugada, pero es que aunque la «Mannschaft» haya evolucionado a un juego preciosista, sigue manteniendo sus valores de toda la vida: brega, intensidad, presión y, sobre todo, balón aéreo. Al cuarto de hora de partido, Kroos botó una falta y Hummels remató con la coronilla a la escuadra de Lloris. El salto y el cabezazo fue perfecto pero Varane no estuvo a la altura del central del Borussia. Su poca intensidad en la marca permitió el remate fácil de un oponente en área pequeña. Craso error. Está muy bien eso de ser el central que menos faltas ha cometido en el torneo, pero en una falta lateral y con bichos alemanes de casi dos metros en contra no se puede ser tan blando.

Mejora Francia

Tras el gol, Alemania comenzó a marear el balón de un lado a otro y tuvo a Francia durante varios minutos algo aturdida. Era la primera vez en el Mundial que los galos tenían que jugar con el marcador en contra y esa novedad necesitaba su tiempo de asimilación: no sabían si ir hacia delante y presionar la salida teutona de la pelota o esperar a que pasara el chaparrón. Y pasó. Tras dos piscinazos sonrojantes de Klose y Muller, Alemania encaró los últimos quince minutos del primer acto con cierto nerviosismo, con pocas fuerzas y con muchas interrogantes en cada balón largo de los franceses (la espalda de la zaga alemana es su talón de Aquiles en el Mundial). En dos de ellos, los galos tuvieron el empate pero delante estaba Neuer, quizás el mejor portero del torneo. Con sus 195 centímetros de altura, su mano abajo, a una excepcional volea de Valbuena desde dentro del área, ya es una de las paradas del torneo.

En la reanudación, el partido perdió belleza y ganó en emoción y cansancio. La necesidad de Francia dispuso un partido más de ida y vuelta pero exento de calidad y ocasiones. Cuando ambos equipos llegaban a tres cuartos de campo, las gotas de sudor les nublaba la vista y, principalmente, las ideas. Alemania se sentía cómodo en esa tesitura. De hecho, solo vio peligrar su clasificación en un disparo de Benzema en el minuto 95 que iba camino de la escuadra. Pero allí estaba Neuer, otra vez, para dejar las cosas en su sitio. Un poco de Alemania siempre ha sido mucho. «Au revoir» Francia.