MADRID, España.- Un partido sin apenas historia, de estos que ves comenzar y piensas que acabará 2-0 y sin un recuerdo en la memoria, de los que olvidas a los cinco minutos, cual película de guión ya trillado en el que recuerdas más las palomitas que la trama. [Narración y estadísticas]
Se vio nada más comenzar. El Madrid dominaba totalmente el encuentro y se veía que era cuestión de tiempo que llegar el gol, sobre todo porque en las pocas veces que se estiraba hacia los dominios de Diego López se veía que no llegaba a ningún lado, tan blando y sin dientes para morder era lo que exhibía. [Fotogalería: las mejores imágenes del Real Madrid-Elche]
El Madrid se paseó con cierta comodidad. Sin apenas contar con Jesé, oscuro, y Bale, muy perdido, aquello se limitó a empujar sin mucho criterio y poca magia, ausente Modric como estaba. Pero era tanto el dominio blanco que la cuerda se rompería en cualquier instante. Sucedió en un córner, rechace y tiro del que menos se esperaba, Illarramendi. El balón dio en un defensa y se coló en la red. Fin de la historia.
Luego todo fue sestear, por parte de unos y otros. Parecía que el Elche incomodaría algo más pero Diego López vivió una tarde plácida, sin enemigos alrededor. El partido se moría de aburrimiento hasta que Bale, desacertado todo el partido, se fue al centro y sin venir a cuento armo la zurda para largar un zapatazo impresionante desde 35 metros. El balón salió plano, como una exhalación, sin vueltas, golpeó con suma violencia en la base del larguero y se coló en la puerta ilicitana sin un solo gemido. Golazo. Después, la nada. El Elche, que había existido poco, dejó de respirar. Le llegó el tercero en una nueva muestra de talento de Isco y el final se vio adornado por el ansia desmesurada de Morata por agradar. Se le ve casi desesperado.